domingo, 27 de noviembre de 2011

[Egipto] Los Comités Populares




Escrito por José Antonio Gutiérrez el 27 de mayo de 2011

Eran aproximadamente las ocho de la tarde y la reunión ya había comenzado. En un populoso barrio de Giza, distrito al sudoeste de El Cairo, donde habitan 6 millones y medio de personas, el Comité Popular se encontraba discutiendo una serie de cuestiones sobre la carestía de la vida, sobre el alza del precio de elementos tan esenciales como son la gasolina y el pan. Los comités populares en algunos barrios han tomado el rol de vigilar los precios y las instituciones de gobierno local, y en base a estos temas giraba toda la discusión. Una mujer presente en la reunión nos explicaba que una gran discusión que tenían por delante era sobre la descentralización de la autoridad, para facilitar así el funcionamiento de los mecanismos de democracia directa que existen en los barrios populares.

En medio de la reunión, nos damos un tiempo para conversar con Ahmed Ezzat, Coordinador de los Comités Populares en El Cairo. Nos explica, sobre el nacimientos de los comités populares, que “durante las jornadas de protesta contra Mubarak, se formaron algunos comités populares en varios barrios para proteger a la población, primero, de los ataques de la policía, y después de que la policía se retiró de las calles, de los ataques de los matones al servicio del régimen, los llamados baltagayyah, que querían sembrar el pánico y aterrorizar a la población. Estos comités son el resultado de la revolución, son espontáneos. Cuando el pueblo defendió a Tahrir fue algo espontáneo, al igual que cuando defendió su comunidad. Cuando el pueblo entiende que algo es importante, entonces lo hace. Algunos comités comenzaron muy pronto a desarrollar trabajo político, a la par de estas tareas de seguridad, en algunas comunidades. Muchos de estos comités comenzaron a apoyar las manifestaciones de Tahrir, asumiendo un rol claramente político.”

Los comités populares en Egipto, tal cual en muchas otras revoluciones a lo largo de la historia (y sin ir más lejos, al igual que en otros países sacudidos por la “Primavera Árabe”), nacen para cumplir un rol de seguridad en una situación de incertidumbre y de vacío de poder, donde han colapsado momentáneamente las instituciones del viejo orden, pasando rápidamente, en la medida en que se convierten en expresión de un nuevo poder, el poder del pueblo, a cumplir tareas políticas de carácter constructivo y a proyectarse a sí mismas como una alternativa de organización social en ciernes. En estos organismos de democracia directa, se construyen las bases de una nueva manera de relacionarnos entre los seres humanos, como lo demuestra el rol político inédito asumido por las mujeres en estos comités y en la lucha en las calles, donde participaron y deliberaron de igual a igual con los hombres.
La compañera Mona Ezzat, nos relata su experiencia como mujer dentro de estos comités: “Las mujeres fueron parte integral de los comités populares. Hombres y mujeres organizaron la seguridad después de que la policía se retiró de las calles, también organizaron el tránsito. En mi barrio, los vecinos quemaron la comisaría y luego la ocuparon como sede del comité, la pintaron y la arreglaron. Al poco andar comenzaron las discusiones políticas en estos comités, y empezamos a hacernos preguntas muy básicas sobre la política, de manera muy didáctica. Por primera vez pude conversar con los jóvenes de mi barrio, pues por lo general salgo de casa a trabajar muy temprano y vuelvo muy tarde y a veces me los cruzo en la calle, pero no tengo tiempo para compartir con ellos. En los comités nos empezamos a ver y me gustó mucho poder compartir con ellos.”

La experiencia de empoderamiento que relata Mona es propia de los barrios populares, donde los sectores marginalizados y empobrecidos por primera vez tuvieron algo que decir frente a sus propios asuntos. Pero también en los barrios de clase media, ante el temor de las supuestas “turbas” de saqueadores de los barrios populares, se formaron grupos vigilantes, cuya naturaleza fue radicalmente distinta a los creados en los barrios populares. “Durante las protestas contra Mubarak,” explica Ahmed, “algunos comités, principalmente en zonas de clase media, se formaron solamente con fines de protección y seguridad. Cuando se dio el salto de la protección a lo político, estos comités desaparecieron del mapa, no tenían ningún interés de seguir funcionando ni trabajando, ni mucho menos, de articularse con otros comités”. La organización de estos comités fue una necesidad impuesta por las circunstancias para ellos, en la cual no veían ningún beneficio tangible.

Eran los sectores populares los cuales tenían algo que ganar con esta experiencia de poder popular, que les daba un espacio político desde el cual articular directamente sus demandas y en el cual podían tomar el control de sus propias comunidades. En este sentido, los sectores populares no han estado dispuestos a abandonar estos comités populares, los cuales siguen existiendo. Según Ahmed, “tras la caída de Mubarak, los comités comenzaron a hacer contactos entre sí, para organizar una plataforma y luchas en común por la democracia, la justicia social y contra la corrupción. Algunos comités aún siguen desarrollando labores de protección de sus distritos, como por ejemplo en Alejandría, pero las desarrollan de la mano de las labores políticas. En una fábrica, por ejemplo, los jefes trataron de robarse las maquinarias y el comité las recuperó. Bouzaid, un famoso comerciante y empresario, comenzó a acaparar la gasolina para luego revenderla a precios astronómicos. El Comité organizó sus fuerzas para forzarlo a reducir el precio de venta de 40 libras a 5 libras.”

Estos comités existen en varias ciudades y en muchísimos barrios de Egipto. Es difícil saber con exactitud cuántos son, pues no todos están coordinados y las fuerzas que estos aglutinan son muy dispares, como nos comenta Ahmed: “Existen algunos comités muy débiles y otros muy fuertes, y aún otros intermedios. No existe uniformidad entre los diferentes comités, todo lo contrario. El comité de Alejandría, por ejemplo, aglutina a unas 5.000 personas activas. Pero hay cientos de comités, como el de Imbaba, que ahora cuentan con unas diez personas.”

Cuando a mediados de marzo se votó el referéndum sobre las reformas constitucionales, la plataforma de los comités populares adoptó una posición muy clara que era fiel reflejo de la discusión política desarrollada en su seno durante un mes y medio. “Los comités de Giza, El Cairo, Dar al-Salam, Imbaba, Bazatin, Gamaliya, entre muchos otros, participaron en un debate sobre la Reforma Constitucional. Concluímos que no la apoyaríamos y empezamos a agitar por el NO. Consideramos que había que cambiarla toda, no solamente tal o cual artículo.” En ese momento, el referéndum se perdió, en parte por las ilusiones y expectativas que aún tenía mucha gente en el gobierno de transición, pero a medida que pasa el tiempo es más la gente que se percata que las reformas constitucionales son insuficientes y que se necesita un cambio más de fondo.

Ahmed nos comenta cuáles son las prioridades del comité en el presente: “En estos momentos, estamos impulsando dos campañas: una, para que los gobernadores sean elegidos, no nominados por la autoridad central. Y otra, es por la creación de un sindicato de desempleados para luchar por la justicia en los servicios públicos, porque los pobres y los ricos reciben una calidad diferente de servicios y creemos que tiene que haber justicia.”

Estas son las luchas inmediatas, en el corto plazo, pero él está convencido de que los comités seguirán jugando un rol importante, sino central, en los cambios revolucionarios que se están gestando en la sociedad egipcia:

“Creemos que de aquí a unos dos o cinco años, estos comités se seguirán expandiendo, de la mano de la agitación obrera. Hay una crisis profunda, que afecta tanto al régimen como a la economía internacional, que pone al movimiento social contra el neoliberalismo y contra los capitalistas en la lucha por cosas muy básicas como son los derechos fundamentales, los servicios públicos, el salario. Tenemos que construir organizaciones populares para que lleven adelante esta lucha popular, no solamente comités populares para los barrios, sino también sindicatos independientes, sindicatos campesinos. Si el pueblo no se organiza en una amplia red de organizaciones que representen sus intereses en esta lucha que será larga y requerirá de organizaciones sólidas, no efímeras, fracasaremos.”

Ahmed se adentra en el corazón de uno de los problemas fundamentales de todas las revoluciones desde Francia en 1789 hasta el presente, y es que si no se crean formas en las cuales el poder se colectivice, en las cuales el pueblo pueda deliberar de manera directa, es decir formas de democracia participativa y directa que sean permanentes y no transitorias, la inercia de los acontecimientos conduce a las mismas viejas formas de hacer política y con ello, a la restauración del viejo orden:

“Nuestro concepto de democracia es una democracia popular, desde abajo, por eso nuestra campaña para que las autoridades locales sean elegidas y no nominadas, y que todos los cargos públicos, sea en universidades o en distritos, sean elegidos. Pero lo vemos también como la deliberación constante del pueblo, eso es el comité popular, el espacio para que todos hablen, decidan y participen. Es una expresión del poder que hemos ganado en nuestra lucha y que no estamos dispuestos a ceder.”

Mientras persista esa voluntad de no ceder los espacios de libertad conquistados y de no tirar por la borda las expresiones de poder popular construidas, estamos seguros que, sean cuales sean las dificultades que hoy enfrente el pueblo y aún cuando momentáneamente se imponga la contrarrevolución, la última palabra la tendrán, al final de cuentas, los de abajo.

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