Pocos países han despertado tanto debate y a la vez tanta simpatía entre la izquierda como Cuba. Pero ¿hacia dónde va la el 'socialismo' cubano? Bien es sabido que Fidel Castro llegó al poder tras una revolución, anticolonial más que socialista, donde la clase trabajadora jugó un papel de espectador. Fue un grupo al frente de una guerrilla fundamentalmente campesina quien derrocó al dictador Batista. Aquella revolución logró mejoras sustanciales para la vida de l@s ciudadan@s cuban@s, como es la sanidad y la educación universales o el reparto de parte de las tierras en manos de grandes multinacionales, como la United Fruit Company. Pero, lejos de conseguir forjar una sociedad socialista –algo imposible de ser llevado a cabo en un solo país–, se estableció una burocracia dirigente que en esencia continúa hoy día en el poder y que ha mirado siempre de mantener sus privilegios por encima los intereses de la sociedad cubana. Plena está de contradicciones, la historia moderna de Cuba.
La economía cubana y la crisis
Si algo no ha sido capaz de hacer la clase dirigente cubana ha sido dar estabilidad a la economía de la isla. Ya desde un buen principio y en pleno contexto de guerra fría, se alineó con el bloque soviético y, a raíz de los acuerdos comerciales establecidos con éste, centró la actividad económica cubana en el monocultivo de la caña de azúcar y la explotación del níquel –el mismo modelo económico que imperaba durante la época colonial–. Mientras duraban los subsidios de la URSS –no podía dejar escapar la ocasión que le brindaba la posición estratégica de la isla frente a las costas de EEUU–, todo parecía funcionar. Pero, con el "fin de la historia" a principios de los años 90, se inició una crisis de la que aún no ha sabido salir.
Muchos han sido los factores que han llevado a la desastrosa situación actual. No podemos ignorar el criminal embargo económico por parte de EEUU, al que lleva décadas sometida la isla. Ni tampoco el impacto que han tenido las catástrofes naturales, el colapso de los precios del azúcar y el níquel o la recesión económica mundial. Pero basar la recuperación en la expansión de la industria del turismo –gracias a la que disfruta de un leve crecimiento económico a finales de los '90– sin contemplar una reestructuración profunda de la economía no ha sido ningún acierto. Más aún: la política agropecuaria del Gobierno ha sido un fracaso total, hasta tal punto que hoy en día Cuba aún debe importar la gran mayoría de los alimentos que consume.
Las recientes alianzas establecidas con países como Venezuela, más que un ejemplo de "solidaridad internacional" de la que tanto se vanagloria el comunismo cubano, han sido un salvavidas que le ha permitido sobrevivir a la caída de la URSS. Sin embargo, la exportación de personal cualificado como médicos y educadores a cambio de petróleo tiene una cruz que ha pagado, como siempre, la sociedad cubana: el deterioro de los servicios sociales.
A todo esto hay que sumar el grave problema de la corrupción. Éste ha sido uno de los males más señalados por los hermanos Castro, pero también un mal inherente al mantenimiento en el poder de prácticamente los mismos dirigentes desde el triunfo de la revolución en 1959. La mala gestión de los recursos del Estado, el control de la explotación de la industria del turismo y el amiguismo y la colocación de personas cercanas en lugares privilegiados han hecho que las desigualdades sociales sean cada vez más acusadas y han dañado fuertemente al desarrollo económico.
La vida en Cuba
Fruto de esta corrupción y de la llegada de divisas a aquellas familias que tienen la suerte de tener familiares en el extranjero, en Cuba hay dos realidades bien diferenciadas: la del pueblo y la de los sectores privilegiados. Para decirlo de otro modo: la realidad de aquellos que son pagados, reciben o gestionan los CUCs (moneda en divisa equivalente a dólares) por un lado, y los que reciben el salario en pesos cubanos, por el otro. Los primeros pueden disfrutar de los lujos provenientes de la importación –desde tomarse una Coca-Cola hasta comprarse ropa de última moda–, mientras que los segundos apenas llegan a fin de mes.
Es normal, entonces, que buena parte del personal cualificado quiera ir a una "misión internacionalista" donde serán pagados con dólares y al volver recibirán una buena compensación material por los servicios prestados. Las personas que no lo hacen prefieren muchas veces trabajar como taxistas, como guías turísticos, en la industria del sexo, hacer de jineteros o jineteras (personas que se dedican a perseguir turistas para que les den cosas y revenderlas), o quien más quien menos se busca la vida con algún tipo de negocio ilegal. En contraposición, la gente que no vive en las ciudades ni ligados al sector turístico, como los campesinos, viven en condiciones de precariedad absoluta y reciben un salario equivalente a 13 CUCs al mes –suma que las personas mencionadas anteriormente pueden conseguir en menos de una semana.
Así pues, la enajenación es máxima. Puedes pasear por La Habana y hablar con cualquier joven que –si no pertenece o es cercano al aparato del partido– quizá te sacará alguno de los argumentos nacionalistas inculcados hasta la saciedad por los medios de comunicación y el aparato estatal para defenderse, pero muy probablemente criticará con firmeza las desigualdades sociales y la clase dirigente. En las zonas rurales esta enajenación es todavía más evidente entre la juventud que no ha vivido bajo Batista ni el protectorado de la URSS, lo que ha llevado a un fuerte éxodo rural. La mentalidad de la gente joven es puramente capitalista, si bien mantienen los clásicos valores altruistas que se perciben en general en las sociedades pobres. Fruto de esta enajenación surgen también críticas muy a la izquierda pidiendo libertad e igualdad reales y que se canalizan, por ejemplo, por medio del 'rap consciente' del magnífico grupo Los Aldeanos.
El VI Congreso del PCC
¿Y qué hay de la política? Este abril ha tenido lugar un acontecimiento importante en la política cubana: se ha celebrado el VI congreso del Partido Comunista de Cuba (PCC). Hacía 14 años que no se celebraba uno. Más aún: éste ha sido el primer congreso del partido que no ha sido presidido por Fidel Castro.
En resumen: la política cubana ha estado desde el principio carente de una participación verdaderamente democrática del pueblo, a pesar del mayor o menor grado de popularidad del que goza Fidel Castro como dirigente antiimperialista. En la isla nunca ha habido unas verdaderas elecciones democráticas, salvo las ceremoniales elecciones del partido que permiten el ascenso de nuevos líderes y medir el verdadero apoyo popular que mantiene el régimen. Aunque se daba una separación –formal más que real– entre el Estado y el Partido, la imposibilidad legal de crear organizaciones políticas fuera del PCC hace que tampoco se pueda organizar y estructurar el poder popular con independencia de las estructuras creadas por el Estado –que obviamente funcionan según sus intereses–, no puedan desarrollarse debates estratégicos o articularse una respuesta que permita alcanzar objetivos. El sistema 'participativo' de elecciones mediante la delegación de las decisiones y la elección de los dirigentes a los representantes del pueblo hace que haya una distancia enorme entre los órganos de poder con mayores competencias y el pueblo. La participación de independientes –personas no adscritas al PCC–, en ausencia de una estructura fuera del mismo PCC, hace que estos no tengan ninguna opción real a sacar adelante propuestas para una verdadera transformación del sistema.
Volviendo a la actualidad, ¿en qué ha consistido el congreso y cuáles son las nuevas propuestas políticas del partido? Decía Raúl Castro que el objetivo del congreso era consensuar "cambios estratégicos en el funcionamiento de la economía, con el propósito de hacer sostenible e irreversible el socialismo en Cuba". Irónicamente, los cambios propuestos consisten fundamentalmente en medidas liberales que buscan situar a la economía cubana en el mercado global: apertura de la isla a capitales extranjeros, eliminación de 500.000 puestos de trabajo públicos, expansión del sector privado mediante la legalización del trabajo privado bajo una mayor presión fiscal e incremento de tierras de titularidad privada que pondrá a la venta el Estado. Consecuentemente, estas reformas suponen la venta de bienes estatales y la creación de puestos de trabajo privados. Llevarán inevitablemente al refuerzo de la burocracia, el aumento de la corrupción y de nuevo a la colocación de familiares y amigos en los mejores sectores.
También se contemplan nuevas medidas de ajuste como la eliminación de la cartilla de abastecimiento, que cubre necesidades básicas y de la que depende buena parte de la sociedad cubana para complementar sus reducidos sueldos. Incluso aquellas primeras grandes conquistas de la revolución peligran hoy, pues Raúl ya ha anunciado que el Estado no garantizará el acceso a los estudios superiores y serán l@s ciudadan@s quienes deberán pagarlos con sus ingresos.
Una tercera cuestión es que desaparece la separación entre el Estado y el Partido, con lo que se acaba con la participación política independiente fuera de éste. Si ya había escaso debate en torno la estructuración del Estado, ahora éste quedará formalmente subordinado al partido. Por otra parte, la reducida mención a los órganos de representación de la clase trabajadora, los sindicatos, y su limitada competencia denotan hasta qué punto queda lejana la idea de un Estado bajo control de la clase trabajadora y un Estado socialista.
Así pues, parece obvio que Raúl Castro apuesta por el llamado "modelo chino": liberalización de la economía ligada a un firme control político. Ya hacía tiempo que se iban leyendo entre líneas en los medios de comunicación cubanos estas ideas que han ido cuajando poco a poco entre una parte de la población. Pero, mirando a China, podemos ver explícitamente hacia dónde lleva este modelo: fuertes beneficios para la clase capitalista –tanto estatal como privada– en detrimento de los derechos de los trabajadores en cuyo nombre se llevan a cabo las mismas reformas.
Por un socialismo de verdad
No hay duda de que EEUU ha hecho mucho daño a la sociedad y la economía cubanas, pero este hecho no puede llevarnos a un acriticismo sostenido en el que cualquier crítica a las carencias y los errores de la revolución sean calificadas de contrarrevolucionarias y de haber sido orquestadas por los "gusanos" de Miami. Debemos superar de una vez esta visión política de bloques y hacer un análisis realmente marxista, un análisis de clase.
La excusa de la amenaza imperialista, a pesar de ser una amenaza real, no puede ser sustitutiva de un debate político público profundo sobre la estructuración política y económica del Estado, de unas elecciones verdaderamente democráticas o de la presentación de alternativas políticas reales. Todos ellos son factores imprescindibles para la autoemancipación del pueblo. Y es que no debemos olvidar que la emancipación de la clase trabajadora sólo puede ser la obra consciente de la misma clase trabajadora. Es, por tanto, un absurdo hablar de socialismo en Cuba cuando el poder político está cada vez más alejado de los trabajadores y no existen organizaciones independientes que aglutinen a las mismas.
Pero, como dice Mike González, experto en América Latina, escritor y autor entre otros de "Che Guevara y la Revolución Cubana", en Cuba "aquellos que llevan la llama del socialismo son los que resisten, protestan ante las desigualdades sociales, sacan a la luz la intensificación de la represión de cualquier voz crítica bajo el mandato de Raúl". El socialismo (y el comunismo) no vendrán paso de la mano de Raúl, ni Fidel, ni Chávez, ni de cualquier gobierno; vendrán de la lucha desde la base, la construcción de espacios de autoorganización de clase, la democracia y la revolución social. En definitiva, vendrá de la autoemancipación de los y las oprimidas del mundo entero.
Escrito por Diego Mendoza, militante de En Lucha/En Lluita
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