El negocio está completado. El plan ha tenido éxito, el gobierno ha cambiado, el referéndum no se celebró y las elecciones se remontan al futuro lejano…si es que se celebran.
Llevamos varios días viendo un partido muy bonito: los del partido gobernante PASOK se encaran con Papandreu(Primer ministro hasta hace unos días), este no dimite, Samarás (Líder de la Oposición) quiere que dimita, Karatzaferis (Líder del partido ultraderechista) y Bakoyanni (Líder de un pequeño partido neoliberal) fingiendo “seriedad ante los momentos críticos”. En última instancia, los competentes líderes de la nación, después de unos días de bamboleos y de argumentos que recuerdan a niños de guardería (“vete”, “¡no, vete tú!”) lograron dejar de lado sus “diferencias” y unirse por el bien de la nación.
Pero sobre todo, todo eso tuvo un resultado lateral: nuestros patrones empezaron a sentirse no tan a gusto en sus sillas. Todo lo calcularon muy bien, aunque se les olvidó algo: la sociedad griega. Últimamente, aunque claramente no está en una situación pre-revolucionaria, la sociedad griega ha comenzado a reaccionar de una manera “rara”. Los canales televisivos que estaban esperando a que se calmara la rabia, se están agotando. Los partidos “reaccionarios” no ganan del descontento de la gente. Y paulatina y progresivamente, salen a la superficie nuevas fuerzas, que hacen referencia a conceptos que el capitalismo querría que se enterraran profundamente en nuestro subconsciente: palabras como solidaridad, dignidad, igualdad, verdadera democracia, derechos, resistencia, desobediencia, vuelan por los aires y tienen, poco a poco, cada vez más receptores.
Más o menos en este punto es cuando se enteraron de que algo andaba mal. Y decidieron darnos una patada y echarnos a nuestros sofás, porque habíamos levantado cabeza y esto no es debido. Por lo tanto, montaron un golpe de Estado de nuevo tipo, del cual todos fuimos testigos durante los últimos días, inmovilizados y fijados en nuestros receptores de televisión. Durante todo este lío, sin embargo, al observador avisado se le reveló el verdadero objetivo: basta con echar un vistazo al discurso de Papandreu en el Parlamento, al referirse él a los barrios, a la democracia directa y a la solidaridad. O echar un vistazo a los medios de comunicación, en los que el tele-terrorismo repite continuamente frases como “momentos cruciales”, “necesidad nacional”, “salvación de la patria”, a fin de convencer a las masas aterrorizadas. Hasta el nuevo primer ministro parece cuadrar con el plan de limitación de los sectores insumisos de la sociedad: un político impecable, tecnócrata, que sabe cómo rescatar al país, sin la corrupción y las pasiones del pasado.
Así que a partir de mañana, un nuevo día amanece para el país: ha llegado el momento para que tome el Poder un gobierno que no ha sido aprobado por nadie, con un Primer Ministro al que nadie ha votado, con un programa que nunca se le ha anunciado al pueblo y con personas que van a avanzar haciendo lo que les digan, sin nunca rendir cuentas. La entrada del túnel es el contrato de préstamo. Nadie sabe cuál es la salida, aunque sospecho que es la quiebra.
Desde luego, por otro lado, la Izquierda oficial anda muy bien en este asunto. El Partido Comunista (KKE), por ejemplo, después de hacer un bueno y correcto análisis, se puso a desembuchar eso de los indignados y de otros que atacan al movimiento popular, y ha llegado a…pedir elecciones. La Coalición de Izquierdas (SYRIZA) está amenazando a dioses y demonios con que derrocará al gobierno y ha llegado a pedir…elecciones. Sí, los dos partidos de la Izquierda parlamentaria, en este momento, ante la nueva dictadura, a la sociedad que está siendo exprimida, al robo de la riqueza que debería ser social, responden con elecciones.Son unas personas incompetentes, unas mentes estúpidas, que en la parte de atrás de su cabeza se encuentra el deseo de subir tres puntos en las elecciones y la necesidad de gruñir, tal vez con el remoto fin de basar su estrategia electoral en el futuro en el argumento “nosotros os lo andábamos diciendo”.
Afortunada o desgraciadamente, hay mucha gente que se ha percatado de que lo “simbólico”, la “lucha parlamentaria”, la “protesta”, son unas palabras estúpidas que la Izquierda (sobre todo la parlamentaria) utilizaba para ocultar su deficiencia y su falta de voluntad de actuar de verdad. Y estas fuerzas parecen haber comenzado a notarse. Ahora es el momento del juicio: por un lado los que quieren luchar y por el otro los que quieren gruñir. El movimiento existe. Desorganizado, sí. Disperso, sí. Sin propuestas claras, sí. Pero con un profundo deseo de cambiar las cosas, esta vez para siempre. La forma exacta de hacerlo nadie la sabe, y en mi humilde opinión, nadie la puede saber. Pero yo sé que un movimiento semejante debería tener en su seno los cambios que quiere ver, aún en términos generales todavía. Debería empezar a luchar, a partir de mañana ya. Hablar a la sociedad, no como un portador de la verdad absoluta y de una línea directriz para el futuro, sino de igual a igual, edificando sobre unos conceptos básicos su acción y su desarrollo. Las acciones de nuestro sistema nos muestran que la mejor forma de iniciar y continuar es darles un golpe donde más les duele: haciendo lo contrario de lo que quieren imponer. Respondiendo a la dictadura con verdadera democracia. A la indignación con dignidad. Al individualismo con colectividad. A la competencia con solidaridad. A la disciplina con desobediencia. A la resignación con resistencia. A la desesperación con esperanza.
Qué nos deparará el futuro, nadie puede saber con exactitud. Todo indica, sin embargo, que estamos entrando en una etapa en la que añoraremos el 2011 como un “año bueno”. ¿Desesperante? Probablemente, para aquellos que no creen que tengan las fuerzas de cambiar algo. Para los demás, el mensaje de nuestros tiempos es optimista, llegando poco a poco a la fase de que “no tienen nada que perder, salvo sus cadenas”.Basta con que lo veamos y lo creamos. Ahora empieza el juego de verdad.
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