El cementerio del pensamiento. Mi silencio de dos años en Rusia. Calumnias de la prensa burguesa. Por qué no quise hablar. Deber ante la revolución
Durante mi permanencia de dos años en Rusia, aparecieron en la prensa americana varios artículos que se decían eran otras tantas entrevistas que conmigo habían tenido sus autores. Algunos decían que yo me había transformado, que ya no creía en la revolución, y que me había convencido de la necesidad de un gobierno. Diario hubo que contó la sensacional historia de una bandera americana puesta en mi cuarto, a la cual yo le había levantado un altar. En una palabra, que había llegado hacer una maestra de escuela dominical, que purgaba arrepentida mis pecados contra el gobierno americano.
Todo esto, por supuesto, es un solemne absurdo. Nunca he estado más convencida de mis ideas, ni nunca he tenido más pruebas de la lógica y justicia de la Anarquía. Además, no concedí entrevista alguna ni me hubiera sido posible hablar de Rusia durante el primer año de estar en ella. Creí entonces, y sigo creyendo ahora que el problema ruso es demasiado complicado para poder hablar de él fácilmente. Es por eso que me parece que los libros escritos por personas que estuvieron en Rusia semanas o meses son superficiales.
Mientras yo misma anduve a tientas en la oscuridad, jamás di a la publicidad una opinión definitiva. Y aun cuando lo hubiera podido hacer jamás sería a los periodistas. Consideré necesario guardar silencio mientras las fuerzas imperialistas tuvieron cercada a Rusia. Pero aunque no fuera así, una experiencia de treinta años en contacto con periodistas me ha mostrado que no son muy veraces (habiendo, desde luego, sus excepciones), y seguramente que no sería a ellos a quienes expondría mis impresiones en un asunto tan delicado.
Ahora, sin embargo, ha pasado la hora del silencio y considero necesario hablar. No me pasan desapercibidas las dificultades que se me presentan. Sé que voy a ser combatida por los reaccionarios enemigos de la revolución rusa, y excomulgada por los que se dicen sus amigos y que persisten en confundir lastimosamente el partido Bolchevique con la Revolución. Por eso considero necesario concretar claramente mi posición frente a ambos.
Hace cuatro años el gobierno de Estados Unidos me acusó de traición, me arrojó de mi hogar en la oscuridad de la noche y me obligó a salir del país.
Y todo ello porque alcé mi voz contra la guerra mundial, la destrucción y la ruina que se avecinaba y la dolorosa perdida de vidas. Ese fue el mi crimen. Y desde entonces hasta hoy muchos se han dado cuenta de que todos los que no nos dejamos arrastrar por el huracán de la guerra teníamos razón, ya que la guerra había sido creada y sostenida por conveniencias capitalistas, y aquello de guerra por la democracia y guerra para acabar la guerra era sólo un cuento.
A despecho del esfuerzo de algunos, el rey-hombre, con la mueca de la Muerte en los labios, paseó orgulloso por los campos arrasados, mientras que los que lo habían provocado se gozaban de las ganancias que les proporcionaba la matanza. Y no contentos con los millones de vidas perdidas y la mitad de la tierra devastada, encerraron al mundo en un calabozo, en el cual la Libertad de los pueblos ganada a costa de tantos sacrificios, quedaba maniatada a su capricho de déspotas.
La demócrata América en otro tiempo "tierra de la Libertad, hogar de los héroes"; Inglaterra, antiguo asilo de los rebeldes del mundo; Francia, la que proclamó los derechos del Hombre, cuna de la Libertad, y muchos otros pueblos, ¿qué son ahora sino desiertos espirituales, con sus puertas cerradas a la hospitalidad y a toda iniciativa de progreso?...
Solamente los rugidos de las multitudes de desocupados y los gritos de los líderes obreros encarcelados, disturban el silencio tenebroso de lo que pudiéramos llamar el Cementerio del pensamiento.
Ciertamente, los señores de la guerra pueden estar orgullos de su obra. El tacón de hierro aplasta la frente de los pueblos. El triunfo ha sido completo. Más, sin embargo, algo queda aún: ¡Ahí está Rusia!...
Esos dos amigos inseparables -Alta Financia y Militarismo- no habían contado con la Revolución Rusa. ¿Cómo ese pueblo se atrevió a levantar una conflagración que muy bien podría haber prendido la llama de la Revolución al mundo entero en el preciso en que el Militarismo y el Capital contaban con un triunfo definitivo? Algo había que hacer para destruir esa llama peligrosa, que es la Revolución Rusa.
Durante la guerra contra Alemania se afirmaba hipócritamente: "Nosotros no combatimos al pueblo alemán, sino al militarismo alemán". Y la misma afirmación hipócrita se oía cuando la sagrada cruzada contra Rusia. "No es contra el pueblo ruso sino en contra de los bolcheviques. Ellos instigaron la revolución y deben ser exterminados".
Y el avance sobre Rusia comenzó. Los intervencionistas asesinaron millones de rusos, el bloqueo hizo perecer de hambre y frío a millones de mujeres y niños, y Rusia se convirtió en un páramo de agonía y desesperación. Se destruyó la revolución rusa y el partido bolchevique se afianzó en el poder, ese es el resultado de cuatro años de conspiración contra Rusia por los imperialistas del mundo.
¿Qué como ha podido ocurrir esto?
Sencillamente, el pueblo ruso, que fue el único que en verdad hizo la revolución y que estaba determinados a defenderla a toda costa, estaba demasiado ocupado en el frente de batalla para poner atención a los enemigos que tenía en casa. Y mientras los obreros y los campesinos rusos ofrecían sus vidas en las trincheras, ese enemigo interno se fue apoderando del poder cautelosamente y, despacio, pero con seguridad, creó el Estado centralizado y destruyó los Soviets. Este Estado, destructor de la revolución hoy puede muy bien ser comparado en despotismo y burocracia a cualquier de los gobiernos de los más altos poderes del mundo.
De mi observación de dos años puedo decir que sino hubiese sido por la guerra exterior, el pueblo ruso se hubiera dado cuenta más pronto del peligro interno y lo hubiera destruido como ocurrió con Colchack y Deninkin. Libres de los ataques reaccionarios, el pueblo hubiera comprendido las verdaderas tendencias del partido bolchevique, su inutilidad para reconstruir Rusia y las masas mismas de trabajadores hubieran inoculado nueva vida en el cuerpo paralítico del país. ¿Qué el pueblo hubiera cometido los mismo errores que los bolcheviques? Sin duda que sí, pero por lo menos hubiera aprendida a depender de sí mismo, de sus propias fuerzas e iniciativas, que es el único que podría haber salvado la revolución.
Se debe a la estupidez de algunos ex-revolucionarios que pidieron la intervención y a los imperialistas que la sostuvieron con su dinero, que la revolución rusa, la revolución más grande la historia, se halla perdido. Y se debe a ellos también que los bolcheviques acusados y perseguidos por los poderes capitalistas puedan continuar presentándose como el símbolo sagrado de la revolución social.
Me he decidido exponer esta fatal desilusión acerca de la revolución rusa, no porque haya hecho la paz con el gobierno capitalista sino porque deseo prevenir un mal a las futuras revoluciones, mostrando los errores del gobierno bolchevique. Más es, fue la experiencia más que todas las teorías que ha demostrado la ineficacia de los gobiernos no importa la clase de gobierno que sea y el obstáculo que son a las actividades de las masas. Y me he decidido a exponer lo que en Rusia ha ocurrido no porque he perdido la fe en la revolución, sino porque estoy convencida de las que las futuras revoluciones irán derechas al fracasó si lo que Lenin llama "Comunismo Militarizado" se impone en el mundo.
Yo considero un deber para mi escribir lo que escribo: un deber ante la revolución, clavada en la cruz bolchevique; un deber ante el martirio del pueblo ruso y un deber ante el mundo entero, engañado. Y quiero cumplir ese deber por encima de las malas interpretaciones que puedan dar a mis palabras los reaccionarios, y de las críticas de algunos radicales, ignorantes de lo que en Rusia ocurre.
Fuente: http://periodicoellibertario.blogspot.com/2011/08/dos-anos-en-rusiadiez-articulos.html
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